lunes, 11 de julio de 2011

El ISSSTE como botín.

A los protagonistas del escándalo en torno al ISSSTE le pasa lo que al soldado andaluz Fermín Trigueros, que según una coplilla popular española tenía tal fama de embustero que cuando fue decretada su muerte, y ya colocado en la fosa, saludó a los sepultureros que de todas maneras lo enterraron imaginando que también mentía al afirmar que estaba vivo. Y es que el descrédito de los mendaces consuetudinarios es tal, concluía el verso callejero, que afirmarán “que hay Dios y les dirán que mienten”.
 
Pero sólo a manera de hipótesis, demos por cierto que Elba Esther Gordillo pidió a Miguel Ángel Yunes, en enero o febrero de 2007 -él ha mencionado las dos fechas- en un hotel de San Diego, al que acudió devoto, una cuota de veinte millones de pesos cada mes. De la boca de Yunes sabemos que se negó a hacerlo. No sabemos, sin embargo, y es importante dilucidarlo, sea en la vía de los hechos o de la lógica política, qué pasó después.

Es de suponer que un colaborador del Presidente, designado apenas unas semanas atrás, estaba obligado a informar de la desmesurada pretensión de Gordillo, que había entablado relación con Calderón por lo menos desde septiembre de 2005 por mediación de Yunes, y que éste lo hizo. Debemos, en consecuencia, conjeturar que el Presidente quedó al tanto de la solicitud de la profesora. Una segunda alternativa es que, movido por la discreción, que ha de ser una de sus virtudes, Yunes guardó el atrevimiento de Gordillo en lo íntimo de su conciencia y únicamente lo dio a conocer el martes pasado, en una conferencia de prensa convocada a modo de respuesta de la que Gordillo había mantenido el miércoles anterior.

Si Calderón estuvo enterado, hemos de preguntarnos cuál fue su reacción. Tal vez felicitó a Yunes por la escrupulosa defensa que con su sola negativa hizo del patrimonio del ISSSTE. Quizá le pidió que, no en la medida planteada pero sí en otras dimensiones, accediera a lo pedido por la amiga de ambos, a fin de conservar vigente su voluntad de colaborar con el naciente Gobierno. O, plenamente solidario con su colaborador, acaso buscó a Gordillo y le aclaró que el pacto político que establecieron antes de la elección de julio de 2006 no incluía la disposición de recursos públicos en provecho de un partido que, por más simpático que resultara a Calderón, por el papel que había desempeñado en la trama para hacerlo sentarse en la silla presidencial, no era ni siquiera su propio partido.

Cualquier cosa que sucediera, lo ocurrido no alteró en nada el vínculo entre Gordillo y el Presidente. Tal como lo requería la situación, el Ejecutivo contó con la profesora y con Joel Ayala, dirigente de la federación burocrática tradicional, puesta en apuros por maniobras de Gordillo, para lograr la reforma al régimen de pensiones del personal público. En marzo del primer año completo de Gobierno, uno o dos meses después del encuentro de Gordillo y Yunes en San Diego, la dirigente magisterial aparecía como plena aliada de Calderón. Quizá era demasiado pronto en el ejercicio de su relación para dejarse manejar por el despecho, si ocurrió la negativa del director del ISSSTE, cuya posición política mejoró notablemente porque se le contó entre los hacedores de una reforma crucial para las finanzas públicas, según la versión del secretario de Hacienda Agustín Carstens.

La consecuencia política de aquella negativa, si la hubo, tampoco estorbó el trazo hacia el arreglo educativo que, según Calderón, explica la influencia de Gordillo en los nombramientos ejecutivos en áreas delicadas de su Gobierno. Si bien demoró hasta mayo de 2008, se firmó la Alianza para la Calidad de la Educación. No era el primer pacto que suscribían la Secretaría de Educación Pública y el SNTE. En 1992, el acuerdo para la modernización de la educación, fue convenido por el Gobierno federal con los gobiernos estatales y la participación del SNTE. Crecida la influencia de la lideresa, con Fox se suscribió también un pacto bilateral. Pero el de 2008, que está vigente, cuenta con una peculiaridad. El poder gordillista está de uno y otro lado de la mesa. Frente a la dirección magisterial se sienta, al lado del titular de la SEP, el subsecretario de educación básica, Fernando González Sánchez, yerno de la profesora.

En su descargo, Calderón alegó que no hizo más que refrendar acuerdos tomados entre Fox y Gordillo. Podía haber invocado también a Zedillo, que nombró en honor de su buen entendimiento con Elba Esther al profesor Bejamín González Roaro como subsecretario para la atención de los asuntos educativos en el DF. Y si bien Fox designó director del ISSSTE al propio González Roaro, el ingreso directo de Gordillo a la SEP carecía de antecedentes, Fue una franca cesión del Presidente a su aliada.

En ese avance de Gordillo es preciso reconocer la mirada estratégica que ha guiado los pasos de la lideresa magisterial. Ha tenido la habilidad de combinar sus logros tácticos con una visión de largo alcance. No fue casual, aunque todavía ignoramos cuál era su meta en ese terreno, que desde tiempo de Fox demandara contar con un delegado suyo en el ámbito de la seguridad pública. Lo fue primero Yunes, a quien sustituyó Campa. Calderón se ufanó ante León Krauze de no haber nombrado a un gordillista en reemplazo de Campa, cuando a éste lo despidió Genaro García Luna. Dejó de lado el hecho de que en la Lotería Nacional el compromiso con la profesora ha permanecido a través de tres directores, todos ellos leales a la profesora. Por su parte, Campa quedó atrapado entre dos factores que influyen poderosamente en el ánimo presidencial, el vínculo con su aliada (que aparentaba seguir siéndolo por lo menos hasta hace una semana y media) y el Secretario de Seguridad Pública, que cada vez más claramente se perfila como el Vladimiro Montesinos (el funesto consejero de Alberto Fujimori) de Calderón. Campa salió de la secretaría ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública y no lo reemplazo otro gordillista en bien de la relación del Presidente con su colaborador.

Tampoco influyó Gordillo en la designación de Jesús Villalobos López como director del ISSSTE cuando en febrero del año pasado, Yunes renunció al cargo. Aunque la sagacidad de Gordillo le habrá permitido percatarse de que Yunes procuraba sentar su propio poder en ese instituto, esperó a que llegara el momento de que un nuevo director general fuera nombrado por el Presidente y Villalobos, mero sustituto provisional por disposición interna en la institución, se marchara a su casa. Pero ese momento no llegó. Ignoramos, porque la franqueza con que habló la presidenta delante de la prensa el 29 de junio no abarcó todos los campos de su relación con Calderón ni entró en pormenores, si ha estado en negociaciones (de esas que según ella y Calderón no deben asombrar a nadie) con el Presidente para recuperar el dominio sobre el organismo de la seguridad social de los empleados público y si, habiéndolas, no han tenido un resultado favorable a ella.

Sea de ello como fuere, el hecho es que ella pretender recuperar su control sobre el ISSSTE o adquirirlo si es que no contaba con él gracias a la reciedumbre moral de Yunes. Como no es una luchadora atropellada, sino que le concede tiempo al tiempo, Gordillo ha ido emplazando sus piezas para actuar en firme. La Federación de sindicatos burocráticos por ella creada a partir de 2004 -construcción política que da nueva cuenta de sus estrategias de largo plazo- ha ido consolidando sus posiciones en la representación del personal público. Le hacía falta estar a la par que la FSTSE en los órganos de Gobierno del ISSSTE y sus filiales (principalmente Pensionisste). Lo consiguió jurídicamente pero Villalobos, que seguramente actúa de consuno con Yunes y con Calderón, estorba la consumación política del ascenso gordillista hacia el control del ISSSTE.

Por eso han crecido las presiones públicas de la Federación burocrática de Gordillo y del propio SNTE, dizque para aclarar las cuentas en la gestión de Yunes y su dependiente. No es que la transparencia sea preocupación vital para los líderes sindicales que dicen buscar rendición de cuentas. Lo que buscan es el despido del actual director y la toma de control del Instituto por Gordillo. En suma, lo que hoy ha separado a Gordillo y a Calderón, con la presencia de Yunes como un patiño en los libretos cómicos, es el ISSSTE como botín.