lunes, 12 de septiembre de 2011

Gabinete tecnocrático

Ernesto Cordero ha quedado reducido a una condición inequívoca. Ya no es secretario de Hacienda sino sólo candidato a la postulación presidencial. Legisladores con licencia dos de sus contendientes, Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, sólo queda el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez como aspirante que al mismo tiempo cuenta para su promoción con los recursos políticos y financieros que les aporta su cargo. No será muy cruda, pero por primera vez Cordero vivirá a la intemperie o para decirlo en el lenguaje evangélico, en “las tinieblas exteriores, donde es el llanto y el crujir de dientes”.

A su renuncia, y la del secretario de Salud siguió un breve reajuste ministerial. En el nuevo gabinete, se acentuó más que nunca la doble característica que ha identificado al equipo de Calderón: impera la tecnocracia y priva la cercanía con quien es ahora el Presidente, pues casi todos han trabajado desde hace una década a su lado, y los más de ellos lo han hecho sólo con él. Tales rasgos quizá favorezcan la coherencia interna del gobierno pero al mismo tiempo lo encierran en una burbuja.

Todos los involucrados se graduaron en el Instituto Tecnológico Autónomo de México y siguieron estudios superiores en universidades norteamericanas. Se les imprimió así una visión unilateral de las cosas del gobierno y de la realidad que desde allí buscan modelar. Salvo José Antonio Meade, que a su licenciatura en economía en el ITAM agrega una en derecho, obtenida en la Universidad Nacional, todos los demás están troquelados en un molde que los asemeja tanto que la interlocución que practiquen equivaldrá a una serie de monólogos al cabo de los cuáles cada quién pensará, admirativamente: “¡qué inteligente es fulana o fulano. Piensa lo mismo que yo”.

También el doctor José Ángel Córdova pasa a un terreno escabroso, el de la contienda electoral en Guanajuato. Ya hemos recordado que hace seis años su paisano Javier Usabiaga dejó la Secretaría de Agricultura para encaminarse al gobierno de su estado y no libró el escollo que significa la derecha extrema en el panismo guanajuatense. El riesgo de Córdova es mayor ahora, pues algunos grupúsculos ultramontanos han de cubrir su nariz para no oler el azufre que emana de la condición demoníaca que le atribuyen. Y es que la mayor parte de los dilemas entre su credo religioso y la norma que estaba obligado a acatar se resolvieron a favor de ésta, como corresponde a una república laica, con una sociedad cuyos enclaves modernos y abiertos tienden a crecer, a pesar de todo.

La designación de su sucesor provocará más de un enarcamiento de cejas. No un médico sino un economista, Salomón Chertorivsky, encabezará en el tramo final de este gobierno la Secretaría de Salud. Una tradición ha hecho que sea un profesional de la medicina quien asuma la titularidad de este ministerio. Fue más breve la que confería, casi por necesidad, a un ingeniero la Secretaría de Comunicaciones y Transportes o la de obras públicas. Y ambas se interrumpieron, pues las costumbres son como los zapatos: duran hasta que se rompen.

Ya había sido secretario de salud un abogado, José Antonio González Fernández, durante el año final del gobierno de Ernesto Zedillo. De habérsele requerido mostrar los títulos que lo acreditaban, habría aducido su experiencia en esa oficina, como subsecretario de regulación sanitaria, y su trabajo al frente del ISSSTE, cuyos servicios médicos reclaman una visión semejante a la de la SSA. Cherterovsky era hasta ahora director del Seguro Popular, ese polémico y ambiguo mecanismo que opera sobre la estructura institucional y física de la Secretaría de Salud. A ella tenía acceso, sin pasar por el filtro burocrático del Seguro Popular, toda persona necesitada de atención médica que no contara con la medicina institucionalizada.

Meade (se pronuncia mid) vuelve a la Secretaría de Hacienda después de un breve lapso en la Secretaría de Energía. También fue corta su estancia en la Subsecretaría de Hacienda, pero desde hace diez años actúa en las inmediaciones de ese ministerio: Banrural, Financiera rural, Consar, Seguros y Fianzas. De esa suerte no le es ajeno el trabajo que ahora le impone obligaciones inmediatas y pesadas. La próxima semana ha de explicar y defender ante el Congreso el paquete fiscal cuya presentación fue el último acto (no vamos a decir que el canto del cisne, que podría ser) de Cordero. Encabezará también, en consecuencia, las negociaciones con legisladores, sujeta cada parte a sus propios intereses antes que al general.

Jordi Herrera ha trabajado en la oficina adjunta a la de Calderón, como secretario particular, en varias ocasiones, desde que su jefe presidió el Partido Acción Nacional. Luego, a la cercanía ha agregado un nivel jerárquico que resulta más de la confianza que de la competencia: fue subsecretario de energía con Calderón y ahora dirige una de las empresas de PEMEX, la dedicada al gas y la petroquímica básica.

Otra característica de los nuevos funcionarios es su versatilidad, el que sean llamados a distintos menesteres cuando apenas acaban de sentarse en la silla precedente. Ese es el perfil de Alejandro Poiré, nuevo director del CISEN, a quien han hecho saltar de un lugar a otro. Se genera así una paradoja: se le busca por sus aptitudes, que no le alcanza el tiempo de desplegar a plenitud, con cargo al rendimiento. Mientras no se ofrezca otra cosa, reemplazará a Guillermo Valdez, que volverá a las encuestas, donde ha sido útil.