jueves, 1 de septiembre de 2011

Los Larrazábal

Hasta ahora se conocía la actividad de dos miembros de la familia Larrazábal, por generaciones residente en Ejutla de Crespo, Oaxaca, pero ahora con un pie, o dos mejor dicho, en Monterrey. Fernando es el alcalde de esa ciudad y pertenece al PAN. Su hermano, que permanece en Oaxaca, ha aspirado a ser gobernador de esa entidad postulado por el PRI. Ahora se ha hecho público el trabajo de Marcos Jonás, el tercero de esos hermanos: con abundancia gráfica, Reforma lo mostró recogiendo dinero en efectivo en casinos. No se sabe si era sólo mensajero, empleado encargado de la colecta de cuotas por protección, o si la practicaba por su cuenta.

Sus hermanos tienen biografías singulares. Jaime ha tenido desempeños menores en la burocracia oaxaqueña. A lo más que llegó fue a secretario particular del gobernador interino Pedro Vázquez Colmenares y a secretario de Desarrollo Urbano con José Murat, de quien después se distanció. Arquitecto, se dedica a la construcción. Durante el gobierno de Ulises Ruiz fue asesor de Eviel Pérez Magaña, a quien acompañó en su gira electoral que terminó en derrota ante Gabino Cue.

Vivió en la ciudad de México durante algunos años, trabajando para la administración de Manuel Camacho y Marcelo Ebrard, que lo llevaron a la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, en 1991. También fue diputado federal, que transitó por San Lázaro sin gloria ni pena.

El triunfador de esa familia es Fernando quien, como se dice, instaló una paletería en el Ártico, es decir ha prosperado en sus negocios en la capital de los emprendedores. Simultáneamente ha tenido una breve carrera política, siempre ascendente. A diferencia de su hermano Jaime, que se formó en la universidad local oaxaqueña, Fernando es ingeniero graduado en el Tecnológico de Monterrey. Es socio, con su primo Adrián Lafitte Bretón, en la Constructora Labre. Ese su pariente ha participado también en política. Es diputado local. Era suplente cuando hace unos meses el propietario Enrique Pérez Villa fue elegido líder del PAN regiomontano. Larrazábal controla también la empresa Abastecedora Técnica de Materiales y Equipos.

El concomitante ejercicio de tareas públicas y privadas le ha permitido agrandar una fortuna que ya era abultada cuando fue alcalde de San Nicolás de los Garza. Pasó de 16 millones de pesos a 56 millones. Comprende por lo menos seis inmuebles en ese municipio, en Monterrey y Guadalupe, y en el estado de Morelos. Es probable que los tenga también en su estado natal, donde Jaime cuida de sus intereses.

Luego de su debut como gobernante municipal, el presidente Fox lo nombró director del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas, cargo del que no salió bien librado.

Su principal escollo fue erigir en tiempo limitado, para que Fox pudiera inaugurarla con fines electorales en junio de 2006, la Biblioteca José Vasconcelos.

Un hermoso proyecto del arquitecto Enrique Kalach se convirtió en desastrosa realidad. Después de su inauguración, muy festejada por la pareja presidencial, el edificio tuvo que ser cerrado al público, pues mostraba graves defectos.

El principal de ellos, sin embargo, no era de naturaleza funcional sino pecuniaria. El costo de la obra saltó de novecientos a dos mil trescientos millones de pesos. La determinación de esas irregularidades redundó en la inhabilitación de un cierto número de funcionarios, al cabo de una indagación realizada por la Secretaría de la Función Pública. No se implicó formalmente en ningún momento a Larrazábal.

Una probable causa de su exoneración fue el nexo que mantenía con la pareja presidencial. Tiempo más tarde vino a saberse, a través de Reporte Índigo, que el ahora alcalde de Monterrey estableció una compañía constructora en Texas, dos de cuyos socios remiten a aquella relación.

Se trataba de Carlos Rojas Magnon, amigo eminente de Fox, y administrador de la casa presencial apartado de sus funciones por el costo excesivo de menaje para Los Pinos. Y de Guillermo Sahagún, hermano de la señora, envuelto en más de una operación mercantil al amparo de su apellido. También se supo entonces de una cuenta millonaria en el Texas Capital Bank, cuyos fondos quizá no fueron incluidos en la declaración patrimonial de Larrazábal.

Éste volvió a Nuevo León a continuar su brega política, que lo llevó a la legislatura local, donde coordinó a los diputados panistas. En 2009 participó con ardor en la disputa interna por la postulación de su partido al gobierno de Nuevo León.

Cuando el comité nacional del PAN decidió en mala hora dar un dedazo a favor de Fernando Elizondo (que no lo necesitaba, pues hubiera triunfado en la contienda panista, por sus méritos y su fuerza), Larrazabal se irritó.

Para aplacar sus ánimos alebrestados, que se temió se tradujeran en una defección, se le ofreció la candidatura a la presidencia municipal regiomontana. Aceptó a regañadientes, pero actuó de tal modo que el resultado sorprendió a todos: Elizondo perdió la gubernatura, principalmente porque se le regateó el voto de sus afines en la capital, que en cambio votaron alborozados por Larrazábal.

El alcalde salió de inmediato, ayer mismo, a deslindarse del señalamiento a su hermano. Tiene razón al afirmar que él tiene responsabilidades personalísimas en el ayuntamiento regio, pues él y no su familia fueron elegidos hace dos años.

Pero al hablar de esa manera quiso enfrentar prematuramente el que se le imputen los cobros realizados por su familiar. Nadie ha dicho que eso pudiera suceder.