domingo, 10 de abril de 2011

Azcárraga y Salinas comparten Iusacell.

La noche del jueves pasado se festejó con un brindis la entrada de Televisa a la telefonía móvil a través de la adquisición de acciones de Iusacell. Presidieron el jolgorio los presidentes de ese consorcio, Emilio Azcárraga, y el del Grupo Salinas, Ricardo Salinas Pliego. Sus empresas habían reaccionado iracundas contra el autor de esta columna semanas atrás, después de que el 23 de enero se dio cuenta aquí de la operación que dejaría en manos de Televisa la empresa de telefonía celular de Salinas.
 
“El espectro de Iusacell no está, ni estará en venta, y no ha pasado ni pasará de manos de ninguna otra compañía”, afirmó contundente Jaime Ramos Rivera, director de comunicación corporativa de Grupo Salinas. Por su parte, Manuel Compeán, con un cargo similar en Televisa, aseguró con semejante rotundidad que era “absolutamente falso”, que ese consorcio hubiera adquirido la totalidad de las acciones de Iusacell, como afirmé por mi parte. A la luz de la información oficial que hoy comprueba la participación de Televisa en la telefonía celular, ese consorcio tendría que reconocer que mi afirmación no era “absolutamente” sino, cuando mucho, sólo “relativamente falsa”, pues Azcárraga será dueño de por lo menos la mitad de las acciones y tendrá pronta posibilidad de ejercer el control en la empresa telefónica.

Ante los irritados desmentidos de las televisoras que integran el duopolio, pedí disculpas a los lectores. Pero no negué el hecho cuya existencia tenía entonces por cierta, y que diez semanas después ha sido confirmado por las partes. En aquel momento confesé haber incurrido en “dos errores profesionales. En primer lugar, me dejé llevar por el afán de dar a conocer una primicia, una noticia exclusiva en un ámbito de gran importancia pública, línea infrecuente en mi habitual trabajo de información y análisis. En segundo lugar, como lo señalan los desmentidos a los que en este punto reconozco plena razón, no inquirí a las partes sobre el hecho, omisión motivada por la firme confianza que me merece la fuente de que abrevé esta información”.

Ese reconocimiento no implicó que me desdijera de lo dicho. No rectifiqué, pues el acuerdo para que Iusacell pasara al control de Televisa, como ahora ocurrirá, consta en una declaración de intención que se consuma ahora. El 21 de diciembre de 2010 había sido suscrita por funcionarios de ambas partes. Se enmarcaba en el comienzo del concurso mercantil solicitado por Grupo Iusacell y Grupo Iusacell celular, procedimiento jurídico que concluyó la semana pasada, justo a tiempo para admitir en público las nupcias por conveniencia de Televisa y Grupo Salinas.

Éste había adquirido la firma fundada por la familia Peralta a precio de ganga, pues se hallaba muy endeudada. Ese problema de origen no pudo ser resuelto por el nuevo propietario, y en cambio se multiplicó, según su propia explicación por la depreciación del peso frente al dólar, moneda en que estaban pactados los multimillonarios créditos en que Iusacell fundaría su recuperación. Al evidenciarse el fracaso porque el flujo de ingresos era insuficiente para enfrentar la deuda, Iusacell pactó con sus acreedores un convenio que sería sometido a la justicia mercantil.

Al establecerse el monto de los créditos y sus titulares, quedó claro que el mayor acreedor de Iusacell era el fondo de inversiones Fichtech, del financiero regiomontano David Martínez, especialista en comprar deuda a precios castigados. Ante el riesgo de que ese discreto inversionista se quedara con la telefónica, el Grupo Salinas buscó otra opción y la halló en Televisa.

Necesitado de entrar en la telefonía móvil (para completar su presencia en el suculento mercado de las telecomunicaciones, varios de cuyos campos domina), el consorcio Azcárraga lo había intentado durante todo el año anterior a través de asociarse con Nextel, alianza que obtuvo una importante porción del espectro radioeléctrico para telefonía celular en condiciones privilegiadas. En octubre, sin embargo, Televisa pareció renunciar a participar en ese mercado y se retiró de su sociedad con Nextel, beneficiaria de un proceso de licitación (la licitación 21) objetado por razones diversas desde diferentes miradores, y que Iusacell combatió arduamente en los tribunales.

Televisa había buscado asimismo asociarse con Telefónica española (que opera aquí con la marca Movistar), pero la empresa dirigida por Francisco Gil, secretario de Hacienda con Vicente Fox, encontró más conveniente llegar a un pacto con Telcel. En lo que se llamó “el acuerdo navideño”, fijaron una tarifa de conexión que, aunque alta o por ello mismo, ofrece ventajas a ambas partes, que pueden imponerla a sus clientes que son al mismo tiempo sus competidores.

De ese modo, Televisa tenía en las manos dinero para entrar en la telefonía celular y Iusacell lo necesitaba. Aunque en apariencia son competidores, y a veces contienden en verdad respecto de ciertos contenidos, las empresas de Azcárraga y Salinas tienen más intereses en común que factores que los enfrenten y pactaron por eso, en diciembre, el acuerdo que ahora se consumará y evolucionará en beneficio de Televisa.

Pero este consorcio no dio cuenta del acuerdo esbozado con Salinas a las bolsas de valores en que se cotizan sus títulos. La de Nueva York exige rigurosamente a las empresas allí enlistadas que informen de las conversaciones que deriven en acuerdos susceptibles de afectar el valor de los títulos que se negocian en el mercado bursátil. Por eso la inmediata y violenta reacción de Televisa ante la información que ofrecí el 23 de enero. No puede admitir públicamente que mantuvo en secreto negociaciones que ahora florecen, pues queda expuesta a sanciones severas, como las que en otro tiempo y en otros casos hicieron al Grupo Salinas abandonar su presencia en Wall Street.

Por eso, como si las negociaciones apenas empezaran, el martes pasado Televisa dio a conocer a la bolsa neoyorquina su acuerdo con Iusacell, que en la víspera había recibido la primera de las dos sentencias que dan fin a los concursos mercantiles. Por efecto de esas resoluciones judiciales, se emiten nuevos bonos de deuda, algunos de ellos susceptibles de convertirse en acciones. Ese será el camino que seguirá Televisa. Por esa vía invertirá 1565 millones de dólares, y añadirá 37.5 millones de dólares más como capital fresco para remozar el funcionamiento de Iusacell, que se ha quedado pasmado con una porción muy breve del mercado de telefonía celular. Los arrumacos que Televisa y Grupo Salinas practicaron discretamente en diciembre se consuman oficialmente en abril.

Los expertos se han extrañado del monto que Televisa está dispuesta a pagar, pues significa un sobreprecio respecto del valor real de una empresa sometida a deterioro. Los inversionistas reaccionaron con renuencia ante la decisión de Televisa e hicieron que sus acciones bajaran de precio hasta en 10% en los días inmediatos al anuncio de la operación.

La consumación de ese acuerdo entre los integrantes del duopolio de la televisión abierta ocurre en medio de la más fragorosa contienda empresarial que haya ocurrido nunca en México. Cada día sube de tono y se multiplican los espacios donde los gigantes de las telecomunicaciones defienden sus posiciones y sus intereses y se oponen con ardor a los de sus contrarios. Televisa y Grupo Salinas ya estaban unidos para combatir a Telmex-Telcel en cuanto a las tarifas de interconexión, y ahora hacen causa común en otros terrenos. Como anticipo del acuerdo de propiedad, Televisa difunde desde hace semanas anuncios de Iusacell, mientras que TV Azteca (de Salinas también) expulsa de su pantalla a Dish, cuya exitosa presencia en el mercado de la televisión satelital afecta a Sky, perteneciente al grupo Azcárraga. Una campaña de ventas de Dish y Telmex es señalada como muestra de que la empresa telefónica de Carlos Slim viola su título de concesión.

En el duelo de mastodontes el Gobierno justifica su impasibilidad en la carencia o insuficiencia de instrumentos legales para regular a derechas las telecomunicaciones. Pero no ejerce los que tiene, y se muestra tímida y groseramente omiso ante la tentativa encabezada por MVS para ofrecer, según su propaganda, “banda ancha para todos”, más rápida y más barata, es decir un servicio ventajoso para los usuarios, en los que nadie había pensado.