lunes, 18 de abril de 2011

Edomex: 2011 no es 1993.

Luis Felipe Bravo Mena y Alejandro Encinas fueron candidatos a la Gubernatura del Estado de México. Lo serán de nuevo en el proceso que culmina el próximo tres de julio. Hace 18 años las condiciones de la competencia electoral era todavía más adversas que las vigentes hoy. Aunque el PRI había perdido en aquel entonces ya dos gubernaturas, en Baja California (1989) y Chihuahua (1992), era impensable que baluartes del priísmo más vetusto pudieran caer, vencidos por la oposición. De allí que a nadie sorprendiera el triunfo de Emilio Chuayfett, que no concluyó su periodo, pues en 1995 fue llamado por el presidente Zedillo para sustituir a Esteban Moctezuma en la Secretaría de Gobernación.

Ciertamente, en 1988 la hegemonía priísta había sufrido una fuerte sacudida. No ocurrió en el Estado de México lo que el Frente Democrático Nacional logró en Michoacán y el Distrito Federal, de donde surgieron los cuatro primeros senadores de la oposición. Pero en Guerrero, Baja California y la entidad mexiquense la votación adversa al PRI estuvo a punto de engrosar la bancada senatorial cardenista, y no pocos distritos fueron ganados por mayoría en la contienda por integrar la Cámara de diputados.

Tan estremecido e irritado quedó Salinas por las victorias y los avances de la oposición, que castigó a los gobernadores que no fueron capaces de hacerlo triunfar y permitieron en cambio que sus adversarios alcanzaran posiciones en el Congreso, que los castigó en cuanto pudo. De esa manera Mario Ramón Beteta, que había sido impuesto por el presidente Miguel de la Madrid al grupo Atlacomulco, fue desplazado, y en su lugar llegó a la Gubernatura Ignacio Pichardo Pagaza. Era a él a quien buscaban reemplazar Bravo Mena y Encinas.

El primero se hallaba en el comienzo de su carrera política. Después de ser intelectual orgánico al servicio de organismos empresariales, se aventuró a la política electoral en Naucalpan, donde crecía la presencia panista. En 1982 fue un distrito de ese municipio el primero en contar, por mayoría, con un diputado miembro de Acción Nacional. Todavía en ese año el arrollador aparato priísta era capaz de ganar de todas, todas, y sólo perdió uno de los trescientos distritos federales. En 1990 Naucalpan era un espacio promisorio para el PAN, y Bravo Mena fue su candidato a la alcaldía. No la alcanzó, pero quedó situado para ser incluido al año siguiente en la lista de candidatos plurinominales. Era, en consecuencia, diputado cuando en 1993 aspiró a la Gubernatura. Lo más importante de su carrera vino después: senador, presidente de su partido durante seis años, embajador en la Santa Sede, secretario particular del presidente Calderón. Por cierto que al anunciar su reemplazo por Roberto Gil Zuarth, el Ejecutivo dijo que Bravo Mena se dedicaría a labores de consultoría, cuando que era notoria la intención de su partido de hacerlo retornar a las lides electorales mexiquenses. Es llamativo que nadie ponga en cuestión si cumple los requisitos para ser elegible, siendo que físicamente su domicilio estuvo en Roma hasta hace cuatro años, un lapso menor del reclamado por la legislación local.

Encinas tenía también un breve trayecto en la política electoral. Había sido diputado por primera vez en 1985, y retornado a la Cámara en 1991, de modo que se codeaba en san Lázaro con su contrincante panista. Pero su militancia política y sindical, en el estado de México, abarcaba más de una década. Miembro del Partido Comunista Mexicano fue partícipe, y promotor, de los varios momentos de ensanchamiento de la izquierda. Fue de ese modo dirigente del Partido Socialista Unificado de México, del Partido Mexicano Socialista y del Partido de la Revolución Democrática. Adviértase que ese recorrido no indica volubilidad sino congruencia, porque se trata del mismo partido, con diferentes denominaciones y militancias de mayor grosor cada vez. Como economista graduado en la UNAM, antes de ser candidato a gobernador había sido profesor y funcionario en la Universidad Autónoma de Chapingo, la antigua Escuela Nacional de Agricultura, y dirigente sindical del personal académico de esa institución. De esa época data su arraigo en Texcoco, y a cuyo domicilio corresponde su credencial de elector.

Como es bien conocido, después de la campaña mexiquense Encinas trabajó en la ciudad de México. Es acaso el único perredista que ha ocupado cargos de primer nivel en más de un Gobierno de esa filiación. Con Cárdenas y Rosario Robles fue secretario del Medio Ambiente, y con López Obrador secretario de Fomento Económico, subsecretario y secretario de Gobierno. Al ser desaforado Andrés Manuel López Obrador ocupó su lugar en la Jefatura de Gobierno. Contendió por la presidencia del PRD frente a Jesús Ortega, que después de un largo y rasposo litigio se quedó con el cargo. Encinas por su parte fue elegido diputado en 2009 y hasta hace dos semanas encabezaba la fracción perredista en esa cámara.

Rehusó ser candidato de la alianza PAN-PRD, y también de otra coalición en que faltara su partido. Consiguió su propósito y el jueves pasado quedó registrada la alianza PRD-PT-Convergencia, que el 7 de mayo lo inscribirá como candidato. Bravo Mena será el del PAN, y ambos enfrentarán a la poderosa maquinaria electoral del PRI-Gobierno estatal. Ninguno de los dos debería ser objetado por el tiempo de su residencia, pues el requisito legal no estipula que ésta se configure “inmediatamente” antes de la elección. Como la oriundez, la residencia ganada no se pierde.